Cuando la buena nueva nos hace sentir mal

La palabra “evangelio” se encuentra ciento seis veces en la Versión Reina-Valera del Nuevo Testamento. Es de la palabra griega EUAGGELION y se compone de dos partes: EU (bueno) y ANAGGELLŌ (declarar o proclamar). Así, en el sentido más básico, el evangelio significa “buena nueva”.

Es verdaderamente “bueno” porque hace que Dios sea accesible a todos a través de Jesucristo (Isaías 40:3-9). Implica el alivio de la carga del pecado y le otorga a uno la capacidad de disfrutar de la vida con una conciencia limpia (Hechos 22:16; 1 Pedro 3:21). La obediencia humilde a esta “nueva” (Marcos 16:15-16; Hechos 2:38) también ofrece una esperanza que trasciende la tumba y tiene como destino final la vida eterna con Dios en el cielo (Filipenses 3:20). En verdad, ¡todos los encantos y placeres del mundo nunca podrían ofrecer algo tan “bueno” como esto!

La primera vez que encontramos esta palabra en el Nuevo Testamento, Mateo dice que “Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4:23, LBLA). Esta buena nueva no era simplemente una parte del ministerio terrenal de Jesús; era su enfoque.

La tercera vez que se encuentra la palabra “evangelio” es en Mateo 11:5. Lo que Jesús dice en el siguiente versículo puede parecernos algo inesperado: “Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí” (Mateo 11:6, LBLA). Podríamos preguntarnos, ¿por qué algunos iban a reaccionar a la “buena nueva” de esta manera? Después de todo, ¿no es una razón para alegrarse? La respuesta a esta pregunta radica en el significado de la palabra “escandaliza” y los motivos detrás de tal reacción.

La palabra “escandalizar” significa “ofenderse por el carácter, las palabras, la conducta [de uno], de tal manera que le rechaza” (traducido, The Complete Word Study Dictionary). Uno se “escandaliza” en el sentido bíblico cuando rechaza el mensaje y, en última instancia, al mensajero. Usted no puede rechazar al primero mientras pretende aferrarse al segundo.

La declaración de Jesús nos ayuda a entender que por muy “buena” que sea esta “nueva”, no siempre se recibirá de manera positiva. Esto se debe a que el evangelio no sólo nos habla acerca de la salvación en Cristo; también descubre la condición pecaminosa del hombre (Juan 3:20; 16:8; Marcos 7:20-23) y le dice que necesita arrepentirse (o cambiar) para estar bien con Dios (Marcos 1:15; Hechos 17:30).

La verdad es que muchos no quieren oír la “buena nueva” si censura su conducta o les priva de los placeres pecaminosos de la vida. Aunque su objetivo es más sublime y maravilloso que cualquier meta terrenal, el evangelio no siempre nos hace sentir bien con nosotros mismos. Primero debemos llorar por nuestros pecados antes de que el evangelio pueda liberarnos de ellos (Mateo 5:4; Santiago 4:8-9; Hechos 2:37-38).

¿Cuál es nuestra reacción a la “buena nueva”?