Cómo Pablo se enfrentó con la muerte

En 2 Timoteo 4:6-8, Pablo se encuentra al final de su vida larga, rica y fructífera. Se ha enfrentado con la muerte en muchas ocasiones, pero hasta ahora ha sido liberado de todo peligro. Sin embargo, esta vez, él tiene la profunda convicción de que ha llegado la hora de su partida. No hay registro de su muerte en el Nuevo Testamento, pero la tradición enfatiza que fue decapitado durante el tiempo de Nerón alrededor del año 66 d.C.

La triple confesión de Pablo

En el pasaje citado anteriormente, tenemos una confesión triple de parte de Pablo: (1) la buena disposición para morir en el presente; (2) la satisfacción con lo que había logrado en el pasado; y (3) la esperanza asegurada de una vida futura.

Un sacrificio vivo que se acerca a su fin

Es instructivo notar que Pablo no se refiere a su encarcelamiento actual y su inminente defunción como muerte, sino como una ofrenda de libación (2 Timoteo 4:6, LBLA). La ofrenda de libación se remonta al derramamiento de vino junto al altar (Números 15:1-10), y el derramamiento del líquido fue una imagen adecuada de Pablo quien derramaba gradualmente su vida en sacrificio a Dios. Había presentado su vida a Dios como una ofrenda, un sacrificio vivo (Romanos 12:1), y ahora estaba cerca de la etapa final.

Otra declaración triple

2 Timoteo 4:7 contiene otra declaración triple que es un resumen de la vida de Pablo. Él llama a su vida: (1) una batalla; (2) una carrera que ha terminado; y (3) una fe que ha guardado. En su vida, Pablo luchó contra Satanás, contra principados y poderes, contra la maldad espiritual en lugares altos, contra el vicio y la violencia judíos y paganos, contra el judaísmo entre los gálatas, contra el fanatismo entre los tesalonicenses, contra la contención, la fornicación y el pleito en Corinto, contra el intelectualismo en Colosas, contra las luchas internas y los temores externos, y contra la ley del pecado y la muerte que operaba dentro de su propio corazón.

Ojos siempre en la meta

La carrera que había corrido Pablo había sido una carrera de obstáculos, pero a pesar de los desafíos, había cumplido completamente el servicio al que había sido llamado (ver Hechos 20:24). Nunca había quitado los ojos de la línea de llegada (Filipenses 2:16; Hebreos 12:1-2); estuvo enfocado en todo momento en la gloria de Dios y la salvación de los pecadores.

Amar a Jesús y su aparición

En 2 Timoteo 4:8, Pablo vuelve a la figura de una carrera/concurso. Así como el vencedor en cada competencia (la lucha libre, la carrera, etc.) recibió una corona de la victoria (de laurel), asimismo Pablo esperaba una corona de justicia que pueden obtener todos los que aman al Señor. Y no sólo amarlo sino amar su apariencia. Del mismo modo que anticipamos y esperamos con impaciencia la llegada de seres queridos (los hijos que vienen a casa a visitarnos, los amigos que llegan, etc.), también los creyentes esperan la venida de Aquel al cual más aman. Ellos no sólo le aman a Él, sino que le aman con la plena seguridad de la fe y la esperanza que echa fuera el temor (1 Juan 4:18) y lleva consigo la confianza de que cuando Él aparezca, también apareceremos con Él en gloria (1 Juan 3:2).

Satisfacción al final de la vida

Es al final de la vida que el valor y el merecimiento de lo que hemos creído y logrado se conocen plenamente, pero a esa etapa es demasiado tarde para cambiar. Debemos vivir de tal manera que por la gracia de Dios, nosotros, como Pablo, podamos estar satisfechos al final de la vida.

–Kenny Chumbley